La localización de la agricultura y los sistemas alimentarios biodiversos hacen crecer la salud y reducen la huella ecológica. La localización deja espacio para que prosperen diversas especies, diversas culturas y diversas economías vivas locales.
(Vandana Shiva. Ecological reflections on the Coronavirus. 18 de marzo de 2020)
La crisis sanitaria global que acontece actualmente, sumado al contexto de movilizaciones sociales y reivindicaciones populares que vienen manifestándose en nuestro país y en diversos lugares de América Latina y el mundo, son síntomas de un modelo civilizatorio que ya ha caducado. El modo de producción capitalista, con sus dinámicas de explotación de la naturaleza y el despojo de los territorios, ha generado una profunda desconexión con nuestros entornos, situando para muchos la proyección de la vida humana como una gran interrogante.
Desde el quehacer de nuestro colectivo, concebimos esta crisis como un llamado a reconsiderar en nuestro cotidiano las lógicas cíclicas que dan pulso a la tierra, la producción y el consumo de alimentos, la crianza de animales y plantas, y la mantención de bosques y ecosistemas, como espacios interconectados que posibilitan la diversidad de la vida. Se trata de un momento propicio y necesario para volver a mirar a las AgroCulturas y los conocimientos que allí se han desplegado, desde el diálogo estrecho entre seres humanos y naturaleza. Estos saberes, altamente especializados, minuciosos y sistemáticos, provienen de la experiencia que diversas generaciones han tejido con sus territorios, posibilitando un abanico de artes y oficios que hoy sobreviven por el amor y la porfía de sus cultores.
La curatoría de semillas, por ejemplo, y el trabajo en las huertas rurales y urbanas, trasciende una mirada meramente productivista. En este ejercicio de diálogo con la crianza de especies y variedades, reconocemos un quehacer artístico en sí mismo, en constante movimiento, aprendizaje y transmisión: la práctica de cultivar una planta, seguirla en sus ciclos y procesos, ejercer la creatividad para que ella dé lo mejor de sí y a su vez permita que como seres humanos podamos nutrirnos de ella.
Siguiendo esta perspectiva, creemos necesario reposicionar y dignificar estos conocimientos, evitando caer en el romanticismo de concebirlos como una artesanía inerte y un conocimiento arcaico, -mirada propia de las lógicas modernas del conocimiento científico-, y a su vez superar la lógica humana o androcéntrica de concebir la existencia, avanzando hacia una perspectiva biocéntrica, siempre en diálogo con la naturaleza.
Habitar el planeta desde el respeto, la valoración, el cuidado y la coexistencia entre los distintos seres vivientes, nos hace más conscientes de la importancia de valorar los entornos naturales y lo que podemos producir en ellos, privilegiando una experiencia sensorial y emotiva profunda. Para ello necesitamos nutrir el nuevo escenario global desde una perspectiva de restauración, sanando nuestros vínculos con la naturaleza y la diversidad. En este proceso, las AgroCulturas y sus artes y oficios, sustentados en las memorias que generacionalmente se vienen transmitiendo en base a los distintos conocimientos albergados, se convierten en referentes fundamentales, ya que transmiten los valores y principios éticos necesarios para construir un espacio de vida sostenible y justa en términos socioculturales y ecológicos.
EQUIPO ONG CETSUR