Sin duda, despedimos un 2021 cargado de intensidades. En distintos niveles, y como tal vez nunca antes habíamos presagiado, durante este año la incertidumbre caló hondo y se hizo parte de nuestra cotidianeidad, exigiéndonos buscar nuevos refugios frente a la desestructuración de certezas hasta hace poco incuestionadas.
Bajo esta atmósfera, ONG CETSUR debió asumir desafíos orientadores a partir de preguntas colectivas que abordaron fracturas evidentes para el proyecto del Buen Vivir, ¿Es posible habitar el planeta desde el respeto, la valoración, el cuidado y la coexistencia entre los distintos seres vivientes? ¿Bajo qué principios éticos podemos construir un espacio de vida sostenible y justo en términos socioculturales y ecológicos?
La apuesta asumida, considerando las secuelas de desarticulación social generadas por la pandemia a partir de las restricciones de movilidad, se centró en el fortalecimiento y expansión de relaciones sinérgicas y resilientes con comunidades, organizaciones, instituciones y personas, estimuladas por la apertura de espacios creativos basados en las artes agrícolas, los conocimientos tradicionales y la agroecología. Priorizando la voz de mujeres huerteras campesinas y urbanas -quienes, desde sus experiencias vitales dan cuerpo a un reservorio vivo de saberes especializados, fundamentos éticos y alternativas estéticas-, poco a poco se materializaron instancias de reencuentro para el intercambio de semillas, el diálogo de saberes y el florecimiento de redes en el ámbito de la cultura, las artes tradicionales y el patrimonio biocultural.
Gracias a esta vinculación directa con organizaciones locales, regionales, nacionales e internacionales, sumado al apoyo del programa PAOCC del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, y de otros fondos de financiamiento, este 2021 trajo al refrescamiento de nuevas relaciones, sustentadas en procesos y experiencias colectivas, que inspiran y nutren las posibilidades de un 2022 más cercano a la esperanza.
En este mismo camino, y desde distintos escenarios, fuimos actores y testigos del esfuerzo por ir construyendo los principios básicos para una nueva Constitución, basada en el Buen Vivir de todas, todos y todes. Derecho a una Economía Social y Solidaria, a la Soberanía Alimentaria, a las semillas, el agua y la tierra, entendidas como bienes comunes, y a la Naturaleza como sujeto de derechos, son algunos de los elementos abordados activamente por diversas actorías para caminar hacia una transición civilizatoria que abandona el androcentrismo y se aproxima a una concepción biocéntrica de la existencia.