La profunda desconexión que sostenemos entre seres humanos y naturaleza, no es más que la consecuencia de un modelo de sociedad que impone los intereses corporativos por sobre el bienestar común, y que ignora las memorias anidadas en las experiencias vitales de cada uno de los territorios. Potencian este escenario los sistemas educativos predominantes en el mundo, que siguen el ritmo acelerado del avance tecnológico, olvidando entregar con relevancia contenidos y conocimientos asociados a la ciclicidad de la tierra, sus estaciones y su interconexión con cada especie y elementos que la habitan y la cubren.
Como contrapunto, las voces de maestras de oficios, curadoras de semillas, huerteras y familias campesinas, nos enseñan, por ejemplo, que ser soberano/a de tus propios alimentos, acercando el vínculo entre quien produce y quien consume, en una tierra abundante y biodiversa, es el inicio de un camino hacia al Buen Vivir. A encontrarnos con estos aprendizajes a través de la propia experiencia, nos invitan dos recientes proyectos que nos encontramos impulsando junto a organizaciones comunitarias de las regiones de Ñuble y Biobío, ambos financiados por el Fondo de Patrimonio Cultural, del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio.
El primero de ellos, ‘Las semillas, patrimonio colectivo de los pueblos’, busca poner en valor las semillas tradicionales campesinas, reforzando los vínculos de interdependencia tejidos entre la inifnita diversidad natural y humana, que conecten con el desarrollo de sensibilidades estéticas, conocimientos y reflexiones críticas de personas y organizaciones implicadas en procesos de educación no formal. Para ello, el equipo gestor de la iniciativa se encuentra trabajando en la creación de 4 cartillas pedagógicas y 1 guía del/a facilitador/a que, inspirados en los 4 elementos de la naturaleza, agua, tierra, aire y fuego, como fuerzas vitales para la sostenibilidad de la vida, permitan a diversas comunidades adentrarse en el ciclo de las semillas y el oficio tradicional de su curatoría, custodia o resguardo. Todo ello, bajo el prpósito de aportar a la activación de una conciencia ecológica y patrimonial transformadora.
“La propuesta ha sido posible gracias a la sistematización de contenidos asociados al oficio de la Curatoría de Semillas de comunidades campesinas e indígenas del centro sur de Chile, centrándonos en la relación de los elementos de la naturaleza y los saberes ancestrales, lo que nos facilita fortalecer una perspectiva menos androcéntrica, necesaria para la comprensión del patrimonio biocultural”, explica Paula Mariángel, coordinadora del proyecto, quien también destaca que el diseño del material didáctico va de la mano de la voz de cultores/as de oficio, “solo de esta manera será posible que se activen experiencias de aprendizaje significativas, orientadas a vivenciar, comprender y valorar las semillas como patrimonio colectivo de los pueblos”.
De este mismo modo, la iniciativa ‘La Huerta de Berta: Conocimientos y usos tradicionales de la naturaleza para la conservación del Patrimonio Biocultural’, ha puesto su foco en contenidos vinculados a los conocimientos y usos relacionados con la naturaleza y el universo, en tanto ámbito del patrimonio cultural inmaterial, a partir de un proceso de sistematización participativa con huerteras, curadoras de semillas y lideresas comunitarias de las comunas de Penco, Tomé y Quirihue; proceso creativo que ha dado a luz un juego educativo de carácter colaborativo proyectado hacia contextos de educación no formal con población infanto – juvenil y adulta, orientado al incentivo de valores éticos, identificaciones socioterritoriales y prácticas comunitarias de conservación del patrimonio biocultural representados en la huerta agroecológica.
A partir de la amplia experiencia de trabajo de CETSUR en procesos formativos, Paula Fuentealba, encargada de Gestión Cultural de la organización, destaca que en este proyecto han revalorado el juego como instancia de aprendizaje social y de activación de experiencias, puesto que, “podemos amplificar el potencial impacto del juego ‘La huerta de Berta’, a partir de las redes y alianzas que la organización posee, en este caso la Red de Organizaciones de Educación Ambiental y el Programa de Apoyo a Organizaciones Culturales Colaboradoras, además de las mesas comunales de Mujeres Rurales de La Araucanía”.
ONG CETSUR trabaja desde sus inicios por la construcción de localidades sustentables en el centro sur de Chile, desde la óptica de diversas experiencias de la agricultura entrelazada con la conservación de la biodiversidad, la agroecología y la educación ambiental en el ámbito urbano y rural, por lo que estas dos iniciativas vienen a fertilizar este camino formativo, en un contexto de amenaza latente hacia las semillas tradicionales y lo que estas representan.