El proyecto Vamos huerteando en comunidad, financiado por el Ministerio de Desarrollo Social y Familia (MDSF), e implementado por ONG CETSUR, tiene por objetivo facilitar conocimientos vinculados con la huerta para que estas, a su vez, se incorporen como un recurso pedagógico en jardines infantiles, escuelas y organizaciones. Contempla la construcción y habilitación de 15 huertos en distintos establecimientos educacionales y organizaciones comunitarias de la Región del Biobío y Ñuble, además de la ejecución de 6 talleres, organizados en tres categorías: funcionamiento y cuidado de la huerta, alimentación diversa y saludable, recetas y preparaciones de nuestro territorio. Para ello se cuenta con un grupo de trabajo multidisciplinario integrado por una asesora metodológica, una asesora de aspectos nutricionales, asesoras técnicas, facilitadoras y apoyo de talleres.
Vale mencionar que este es el primer año que CETSUR se vincula con un jardín infantil. Las niñas y los niños, en este caso del Jardín Fabiola, pueden tal vez no poder descifrar cómo se relacionan los elementos que influyen en la bioregulación de un huerto, pero gozan al seguir el crecimiento de una planta, experimentando una satisfacción sana, intuitiva y colectiva del proceso.
En este proceso de aprendizaje integral, sin embargo, no sólo se considera el huerto y sus elementos atingentes (a especificar, la vermicompostera, el recolector de agua lluvia, el sistema de riego, la almaciguera, etc); están los talleres —impartidos por una agroecóloga, una nutricionista y dos maestras en culinaria tradicional— que facilitan la comprensión del ciclo de la semilla. A través de la metodología del aprender-haciendo se trabaja la estimulación cognitiva que, a su vez, se ve beneficiada por los efectos de una alimentación diversa y saludable.
En el huerto convergen todos los campos del saber. En este es posible trabajar, por ejemplo, la geometría a través de la comprensión de magnitudes de medidas del espacio que ocupa cada bancal; en Artes, es factible invitar a reconocer colores que se hallan en el entorno; en Lenguaje, el huerto puede funcionar como una poderosa herramienta para evocar situaciones y deseos que incentiven la escritura; entre otras posibilidades.
En la práctica, la comunidad educativa constata los beneficios de la huerta en términos alimentarios, ambientales, pedagógicos, sociales y culturales, pues la dimensión educativa no excluye a la comunitaria; al contrario, la integra. En el ejercicio continuo de huertear se refuerzan los vínculos, se recuperan espacios, se facilita el acceso de la comunidad a productos frescos, se reconoce una parte del patrimonio alimentario y se potencia la espiritualidad y el pensamiento crítico que se precisa para entender las problemáticas de cada localidad.